Joker, es una invitación a la revolución contra el capitalismo y los ricos sin escrúpulos
El estallido social en Chile, es una respuesta a lo que sucede en gran parte del planeta, en donde las diferencias sociales han hecho que el pez chico quiera comerse al más grande
El capitalismo de nuestra época ha logrado sobrevivir y hacerse más fuerte, digan lo que digan, los que anuncian su derrumbe, porque ha inventado una fórmula “salida de cerebros inteligentísimos” para que solo se maquille un sistema que se alimenta de la sangre, el tiempo y el trabajo de los débiles, que sólo tienen fuerzas para caer rendidos en el suelo o la cama cuando llegan a casa con las tripas fuera. La esclavitud continúa, pero ahora nuestras cadenas, son las tarjetas de crédito y los bancos son nuestros amos.
El caso de Joker es una cruda realidad y reflejo de esta sociedad que se encuentra hundida. El payaso que “está loco” ha sentido desde niño del humus de una época que está “contagiada” por el virus de la deshumanización, y donde solo se siguen los mandatos del billete-grillete y “la voz del más fuerte”.
Sí, el Joker pertenece a ese lumpenproletariado, término alemán (lumpenproletariat) acuñado por Marx y Engels para definir a aquellas personas que han sido marginadas, degradadas, que viven en las cloacas como ratas, en oscuros prostíbulos, en las chabolas donde como mucho hay una figura desvencijada de Jesucristo junto a un puñal ensangrentado. Quizás en esos lugares también emerge la locura. El vacío. La nada.
Estos desafortunados, al contrario de las clases trabajadoras (y las medias) no tienen nada que perder y, paradójicamente, lo han perdido todo, empezando por la fe y la esperanza. Su salida muchas veces es la locura, el asesinato, el psiquiátrico o la droga. Ese colectivo, que carece del “lujo de haber cultivado la conciencia”, se convierte, en Joker, en una auténtica bomba de relojería que amenaza los cimientos que pisan los ricos. El Joker, antes de dedicarse a “ajusticiar” a los triunfadores que desprecian, humillan, escupen y pisotean a “los payasos” (todo indigente es “un payaso”) va al encuentro del que cree que es su padre, el multimillonario Thomas Wayne (el progenitor de Bruce, el futuro Batman) y el ricachón le pregunta: ¿Qué quieres, dinero?
- No, le contesta un Joker desencajado mirando con odio y admiración a Thomas Wayne, quien desea ser alcalde de Gotam “para ayudar a todo el mundo, a los necesitados”. No, yo sólo quiero “un abrazo, un poco de afecto”.
Ante su súplica, «su padre» le dice que es adoptado y que su madre (a la que conoció porque trabajaba en su mansión, está loca). Luego (los sucesos tienen lugar en los lujosos baños de un cine para ricos) el fornido hombretón golpea con su puño en la boca a un famélico Joker, que tiene una enfermedad que le provoca carcajadas incontrolables, y le dice: “si te vuelves a cruzar en mi camino, o a acercarte a mi hijo pequeño (Bruce), te mato”.
Un Joker, con un infinito y abismal vacío afectivo, que sólo ha conocido la mentira, el desprecio, la humillación y el abandono, el grito de Munch, pasa de aguantar palizas e insultos, a salir con pistola en mano y matar a bocajarro a ejecutivos estúpidos iniciando “una caza del rico” que pronto es seguida por millones de payasos (que en lo más profundo de su interior) saben que están así porque los culpables «les han matado» y viven en acorazados de oro.
Esa sociedad en descomposición, sin conciencia, tiene muchas similitudes con la nuestra. De ella ya nos avisaba Kubrick en su “Naranja Mecánica” con ese grupo de “golfetes nazis” que machacaban con bates de béisbol a los mendigos. O con esas manadas de machotes que violan, orgullosos de su hazaña, a chicas indefensas que tal vez bebieron unos tragos un fin de semana para celebrar su juventud. Recordemos el terrible caso de Antonia Barra, quien no soportó la humillación de ser ultrajada, y se quitó la vida. O como el caso de Erica Hagan, quien fuera brutalmente asesinada, sin tener aun responsables, y los que alguna vez fueron sindicados, ahora están sobreseídos del caso, sin tener opción de volver a ser juzgados.
Ahora podemos ver este estallido social, en donde ya no importa la autoridad, sino el fin de una era, en donde el rico es cada vez más rico y el pobre cada vez más pobre. Pero también, se puede ver que para triunfar en la vida hay que pisotear al de al lado, joder hasta a la familia, por un terreno. Las tomas son el reflejo de la pudrición misma de un sistema podrido, donde vale más ir y tomarse un pedazo de tierra, levantar una bandera y pedir que el estado te regale una casa y mientras, las personas honradas, tienen que seguir endeudados, pagando dividendos, arriendos o viviendo una vida al tres y al cuatro. Y la crítica no es al que se aprovecha de esta revolución social, sino de quienes se han aprovechado de los beneficios sociales, quitándole a los verdaderos necesitados, los que no quieren nada gratis, sino que al menos, les den oportunidades, las mismas que han tenido muchos.
En verdad, Joker va mucho más allá del villano malvado y loco que nos presentaba Hollywood. ¿Acaso es el principio de una revolución que está germinando, no sólo en los esquizofrénicos que se ríen sin sentido, sino también “en los Espartacos del siglo XXI que, con o sin máscara de payaso, suponen una amenaza potencial para los poderosos sin escrúpulos que, como esos amigos de Trump, barren de un plumazo a Palestina y nos muestran, al mismo tiempo, con música de Bach, los horrores del Holocausto?.
El joker en Chile, sería un artista, un idealista, que no tiene previsión, que se gana el dinero del día a día en una esquina de un semáforo, limpiando parabrisas o vendiendo parches curitas. ¿Qué haremos cuando ellos, se pinten la cara y comiencen la rebelión?