Columna de Opinión: El Problema del Clientelismo y el Nepotismo en la Política Chilena
por: Isaac Aqueveque Media Planner en Prostudio Publicista Mg. en Comunicación Estratégica.

La carrera política en Chile, como en muchas partes del mundo, debería ser un espacio de servicio público y compromiso con el bienestar común. Sin embargo, la realidad ha demostrado que, en muchos casos, los cargos políticos se han transformado en plataformas para el clientelismo, el nepotismo y la perpetuación de intereses personales, desvirtuando el propósito original de la política.
En las próximas elecciones municipales y regionales de octubre de 2024, donde se elegirán alcaldes, concejales, consejeros regionales y gobernadores, este fenómeno se presenta con mayor claridad. Vemos cómo muchos candidatos carecen de las competencias, la formación profesional o los conocimientos necesarios para los cargos a los que aspiran. Este hecho no solo es preocupante desde un punto de vista ético, sino que también representa un grave riesgo para la calidad de la administración pública y la gestión de los recursos del país.
El clientelismo, entendido como la práctica de utilizar los cargos políticos para pagar favores y garantizar lealtades, se ha enquistado en la política chilena. El acceso a un puesto de poder se convierte, para muchos, en una oportunidad de obtener beneficios personales o para su círculo cercano, en lugar de servir a la ciudadanía. Esto se refleja en la designación de familiares y amigos en cargos públicos, muchas veces sin cumplir con los requisitos necesarios para desempeñar tales funciones. Esta práctica no solo fomenta la ineficiencia, sino que también mina la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas.
El nepotismo, por su parte, es una manifestación particularmente perniciosa de esta tendencia. Es común observar cómo los políticos en ejercicio intentan asegurar posiciones para sus familiares, perpetuando una dinastía política que poco tiene que ver con el mérito y mucho con el apadrinamiento. Esta situación desincentiva la participación de profesionales competentes y comprometidos, quienes se ven desplazados por personas cuya única «calificación» es su relación de parentesco.
El impacto de estos fenómenos en la política chilena es profundo y negativo. Los gobiernos locales y regionales que deberían ser motores de desarrollo y progreso para sus comunidades, se convierten en escenarios de ineficacia y corrupción. La falta de preparación y de visión de muchos de los actuales postulantes amenaza con condenar a sus respectivas comunas y regiones a una administración mediocre, alejada de las necesidades reales de la población.
Para combatir estos problemas, es necesario que la ciudadanía ejerza un voto informado y crítico. Los electores deben evaluar no solo las propuestas de los candidatos, sino también sus trayectorias, competencias y motivaciones. Solo así se podrá garantizar que quienes ocupen los cargos de poder lo hagan con el compromiso y la capacidad que exige el servicio público.
En conclusión, las elecciones de octubre de 2024 representan una oportunidad para reflexionar sobre la dirección que queremos para nuestro país. Es imperativo que rechacemos el clientelismo y el nepotismo, y que exijamos una política basada en el mérito, la transparencia y el verdadero compromiso con el bien común. Solo así podremos construir un Chile más justo, eficiente y democrático.