Dinastías políticas en La Araucanía: ¿nepotismo o herencia democrática?
Columna de Opinión Política por Isaac Aqueveque

En política, muchas veces no basta con tener mérito: también ayuda —y mucho— tener apellido. En La Araucanía, son numerosos los casos donde la política se ha transformado en asunto de familia. Hijos, hermanos, esposas o sobrinos heredan cargos, impulsados más por la tradición del apellido que por el talento comprobado. Y aunque el nepotismo como tal no existe en las elecciones populares, la influencia de las dinastías políticas es evidente, y muchas veces juega en desmedro de nuevos liderazgos con más méritos que contactos.
Veamos algunos casos.
El actual gobernador regional René Saffirio ha estado durante décadas en el escenario político, siendo alcalde de Temuco, diputado en tres periodos y ahora máxima autoridad regional. Su hermano, Jorge Saffirio, es y ha sido también diputado. Y su hija, Constanza Saffirio, fue concejala de Temuco en dos ocasiones. Otro caso es el clan Becker: Germán Becker Baechler, exalcalde de Temuco y exdiputado en el año 1973, incluso con el estadio de Temuco nombrado en su honor. Sus hijos siguieron sus pasos gracias a su apellido, Germán, también fue diputado y aspiró —sin éxito— al Senado. Miguel Ángel Becker, hermano de Germán, fue alcalde de Temuco por tres periodos y hoy es diputado, con intenciones de repostular.
La familia Tuma con dos hermanos parlamentarios y una hija concejala marcaron una historia. Eugenio Tuma fue diputado y luego senador, dejando su antiguo escaño en manos de su hermano Joaquín Tuma, quien ya había sido concejal. Luego, el círculo se cerró cuando Romina Tuma, hija de Eugenio, se postuló como concejala por cupo dejado por su tío Joaquín. La política como empresa familiar marca registrada, los Saffirio, los Becker y los Tuma.
Unos peldaños más abajo tenemos a los hermanos Huirilef que también marcaron presencia: Hilario fue consejero regional durante años, Luis fue alcalde de CholChol y Francisca concejala, curiosamente siendo su hermano el alcalde. En la última elección, Francisca e Hilario compitieron entre ellos por suceder a Luis, sin éxito para ellos. Algo similar de hermanos, ocurre con los hermanos Hernández en Pucón, con uno como concejal de la comuna y otro como consejero regional, con votantes de la zona lacustre.
Y esto no es nuevo. Décadas atrás, el entonces diputado Fernando Meza, contra todo pronóstico impulsó a su hermano Juan Esteban como candidato a alcalde en Gorbea, quien ganó y ejerció por varios periodos. También hay casos de matrimonios que viven de la política y los votos populares, como el del actual senador Jaime Quintana y su esposa, Susana Aguilera, exalcaldesa de Vilcún por varios periodos, siendo él parlamentario.
¿Es esto ilegal? No. ¿Es ético o justo? Esa es otra pregunta. Lo cierto es que la política, lejos de ser siempre un campo abierto al mérito, funciona muchas veces como una maquinaria fría y calculadora. Se reparte el poder como si fueran seguidores en redes sociales o votos asegurados. Los viejos influyentes, los dirigentes de base y los conocidos de siempre aseguran la continuidad de los suyos.
Así, las elecciones no siempre premian al mejor candidato, sino al más conocido, al que ya tiene redes tejidas o al que «viene de familia política». El problema no es solo de quienes se postulan: también es de quienes les votan. Porque, como dice el dicho, la culpa no es del chancho, sino de quien le da el afrecho.
¿Y tú? ¿Seguirás votando por los mismos apellidos?
Por: Isaac Aqueveque Editor TemucoDiario.cl