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LA VIDA ES UNA NUBE AZUL, que brilla y se deshace a veces con demasiada rapidez.

Reflexiones en torno al libro de memorias “La vida es una nube Azul ”, Elicura Chihuailaf, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 2015, 253 páginas.

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Elicura nos declara que escribe desde el otoño de su vida, evocándonos los espacios de la naturaleza, de la tierra azotada en donde las especies se recogen en un gesto de autoconservación mientras sus recuerdos pasan por la riquísima escena interior de la ruka en que se desarrolló su infancia entre dos mundos: la tradición y la modernidad, hasta lo más próximo de la historia actual en que se debaten los pueblos por una descolonización en el sentido de proteger la Naturaleza que de todo nos provee y que permite la diversidad en tanto pasajeros de la existencia.

Sus relatos:

La descripción que hace de la ruka nos entrega las imágenes que nos proporcionan todo un sistema de valores y prioridades en torno al buen vivir y al cuidado de sí y de los otros, con toda una escala que va desde la higiene hasta las relaciones intrafamiliares donde se transmitían las historias y el conocimiento como en un crisol cuyo fogón vitalizaba el motor de la espiritualidad en forma de sueños y cuentos, alimentados por los digüeñes cortados en círculos naranjos aliñados por el vinagre de manzana y el zapallo camote envuelto en la miel profunda que le entregara tantas veces su padre, así como su conversación y las escenas en que caminaba descalzo sobre el rocío de la mañana. Su padre, prominente político y apicultor muerto a la edad no despreciable de ciento veinte años. En torno a esa ruka es que circulaban las estaciones ejerciendo su magia en  la figura de los árboles y los pájaros y los animales que mutaban como sobre un zodiaco en la curva de los años ovalados, como los huevos azules puestos por las gallinas kollonkas, hasta su desplome definitivo acaecido por causa del terremoto del 60, el mayor que la humanidad haya registrado, espacio de tiempo en el cual también fallece su hermano Carlitos que tanto recuerda Elicura no tan sólo en su intimidad, sino que en varios lugares de su escritura.

Estas memorias, autobiografía sobre una tierra compartida con los distintos reinos de la naturaleza y sus manifestaciones nos pasan sin dificultad de la arquitectura a la gastronomía ancestral, de la astronomía a la literatura o la historia de los pueblos y otras muchas ramas del saber, el pensamiento, la espiritualidad y el conocimiento y, sobre todo, del diálogo inter y multicultural que se sintetiza y se levanta transversal como un discurso político nacido de la ternura con la que se ama a la Madre en todo su sentido terrenal, cosmológico y humano. Así, en el arranque del libro, la construcción de la casa azul instalada en kechurewe es un canto material a la familia y al girar dual de las estaciones. En este libro converge la cultura mapuche y su relación con el planeta y sus habitantes como signo, misterio, indicio, descripción, alabanza y designio. Elicura es un hermano polícromo de este y de los otros mundos.

En estas memorias, que bien podríamos ver como una obra de tan alta calidad y complejidad estética como la película  “Los Sueños” de Akira Kurosawa -una cinta que también nos habla de la violencia contra la Madre Tierra y la necesidad de volver a considerar el rumbo de la humanidad que destruye las fuentes de vida y la humanidad misma-, Elicura nos relata desde su paso, su verdadero exilio vivido en la escuela de Cunco, en el internado del Liceo N° 1 de Hombres de Temuco y después en la Universidad de Concepción, lugares en los que en su soledad lo comenzara a habitar el espíritu de la poesía.

Son los sueños los que determinan con sus ocultas enseñanzas el camino del ser, así como lo recuerda en una de las visitas que realizara a su padre el destacado líder de la historia contemporánea del pueblo mapuche Manuel Aburto Panguilef, quien se daba primero que cualquier cosa en el día a la escritura y la interpretación de los sueños, hombre que creó en 1916 la “Sociedad Mapuche de Protección Mutua” que con el tiempo devino en la “Federación Araucana” y quien propuso por primera vez una República Mapuche Independiente. Quizá esos recuerdos hayan sido determinantes en la conciencia política que esgrime el poeta y que también hereda de sus padres que, en el año 1946, asisten a una concentración en apoyo a los trabajadores del salitre en la plaza Bulnes de Santiago donde es asesinada Ramona Parra, una joven obrera del Partido Comunista de Chile junto a otros cinco compañeros. Y así como la historia de Chile y los pueblos del mundo inspiran la lucha intelectual del poeta, también la inspiró en su momento -y qué duda cabe que lo continúa haciendo- el triunfo del Presidente Salvador Allende, junto al cual se encuentran otros líderes como el Che Guevara y artistas como Victor Jara, Quelentaro, Ángel e Isabel Parra, Gabriela Mistral, Quilapayún, Rolando Alarcón, Inti Illimani, Patricio Manss, La Violeta, Los Cisnes de Vichuquén, el Cormil de Temuko, Muriel Dockendorff, los Nahuelpangui, Atahualpa Yupanqui, La Trova Cubana, Los Cuatro de Chile, Oscar castro y así un sin fin de amigos y hermanos en la lucha y en las artes.

Es así que mientras Elicura estudia en la Universidad de Concepción vive el auge y la caída de la Unidad Popular donde se da a defender la autonomía y la autodeterminación del pueblo mapuche, donde ve un símil de esta iniciativa con la que expresara Fidel en su célebre discurso pronunciado en el Estadio Nacional de Chile, mundo que se desploma para dar paso al terrible episodio de la dictadura propiciada por las aún impunes filas de civiles y poderes económicos nacionales e internacionales. Con el golpe de Estado, en sus palabras, podemos ver un reflejo de la mal llamada Pacificación de la Araucanía: vemos con ese atentado terrorista neoliberral la Pacificación de la Chilenidad, cuyo epitafio paradójicamente optimista lo entregara el mismo Presidente Allende antes de ser acribillado por las balas del imperio del capital transnacional. La familia de Elicura sufre en carne propia el doble exilio, de su Tierra y del País. En ese tiempo oscuro para todos es que el poeta consolida el movimiento de su poesía y de ahí en adelante, gracias a su trabajo comunicante es que se ve reconocido como una voz que representa a muchos, por lo que es invitado a ser parte de un momento muy interesante en cuanto a lo que podríamos llamar de la relación entre arte y política que representa el evento nacional e internacional Chile Crea que viene a ser el primer paso en su carrera para que viaje por el país y el mundo llevando su mensaje poético, gracias a lo cual ve el interés de otros poetas y escritores por realizar traducciones de su poesía a otros idiomas, incorporándose así a la moderna tradición humanista, donde toma por modelo a Nelson Mandela, entre otros.

Es así que en sus derroteros Elicura comienza a conocer y relacionarse con diversos personajes de las artes y la política mundial, como el grabador Santos Chávez con quien comparte tanto en Berlín como en sus últimos días en Viña del Mar o su memorable encuentro con Fidel en la Isla y así tantos otros poetas y escritores, más de alguno premiado con el Nobel.

ProHombre de nuestra Tierra que reconoce en el agua y su cuidado el regalo de la vida, ha tenido la humildad de recibir la tarea de construir lineamientos para la celebración del bicentenario de Chile y a su vez la valentía de renunciar a ello por dignidad al ver la inutilidad de su participación, enviando una carta firme al Presidente Ricardo Lagos que, junto con el parlamento y sus ministros y todos sus sucesores, con las naturales y valorables excepciones, han regalado a la ambición lo que ni siquiera es suyo.

Por último, hay un detalle que no deja de llamarme la atención y es la falta de puntos finales en los párrafos, quizá lo que nos quiere decir es que este escrito no es un texto en prosa, sino un texto escrito en una especie de círculo, en una especie de simultaneidad en donde no hay ni un antes ni un después, una especie de máquina cuántica en clave literaria en consonancia con otros textos más cercanos a las ciencias y a las ficciones, que nosotros hacemos de nosotros mismos.

Ramiro Villarroel Cifuentes

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